Capítulo uno .- Un pasado oscuro.

Ventanas selladas, no veo la luz del sol, pocas veces la he visto, tengo que conformarme con una pequeña lámpara, colocada encima de la cómoda y, también, he de complacerme con otras luces, colocadas en el techo del internado. Sí, aquí es donde vivo donde me han contado que soy huérfana desde que nací, que no me querían, que su objetivo era deshacerse de mí y lo consiguieron.

Salgo de mi habitación y camino por los pasillos oscuros, es de noche, así que no me extraña. A este internado, a penas le da el sol es triste… Quisiera escaparme de aquí algún día.

Aprendo día a día de la vida cuotidiana, y cada vez amplío más mis conocimientos sobre ello. Por otro lado, nunca he salido de aquí, solo… dos o tres veces en mi vida. Ahí fuera, todo es muy extraño para mí, no sé si algún día podré adaptarme.

Con mis doce años, conozco este infierno (así lo llamo yo), como si fuera la palma de mi mano, no hay ningún rincón que no conozca o… al menos eso creo.

Seis años después…

Es primavera, casi verano, una tarde de junio. Ya con mis dieciocho años, he conseguido salir de ese infierno, he acabado mis estudios, todo. Paseo por Londres, exactamente Holmes Chapel. Respiro, veo la naturaleza: esto es nuevo para mí, totalmente nuevo. No quiero volver atrás, mi pasado es oscuro y jamás lo recordaré ni tampoco ese mísero recuerdo que tengo de mis supuestos padres, los que me dejaron huérfana y, que no tengo intenciones de recuperar. 

Dejo mis maletas en el suelo y me detengo a observar el que será mi nuevo hogar, con una compañera de la cual solo he escuchado su voz.  Toco el timbre con el dedo índice y este suena. 

-¿Quién es? – pregunta una dulce voz, la misma con la que he hablado por teléfono meses atrás, antes de llegar hasta aquí.

- ____ Bennet – respondo amablemente a Megan. 

Agarro mis maletas de nuevo y entro cuando oigo a la puerta abrirse, casi he llegado, una puerta más y ya está. Entro ilusionada, para ver a mi compañera: no hay nadie… Mi equipaje cae de mis manos bruscamente. La casa es bastante grande, no sé por donde buscarla así que, opto por gritar su nombre. 

-En mi habitación – dice Megan en el mismo tono que yo. 

Subo las escaleras emocionada, sigo a la voz. Paseo por los pasillos, sigo oyendo esa voz, murmurando, parece que se susurra a sí misma… está encerrada en su habitación. Con el puño cerrado, doy unos golpes en la puerta: sigue cerrada. 

-¿Dónde voy a dormir? – pregunto al ver que no me va a abrir.

-En la de al lado – responde una suave, dulce, tímida voz. 

Me separo  de la puerta donde se encuentra y voy a donde me ha mandado. Entro en la habitación, todo está muy bien arreglado. Paredes color crema, una mesa de escritorio color marrón flojo a la derecha de la habitación. A su lado opuesto, se halla una cama de matrimonio con sábanas blancas, que a sus lados tiene dos cómodas también blancas. Una alfombra circular justo en medio de la habitación y los armarios empotrados al lado de la puerta. Al lado contrario, se encuentra un ventanal, al lado de una pequeña puerta que da hacia la terraza. 

Toco las sábanas con las yemas de mis dedos: son suaves. Todo huele a… nuevo, limpio, extremadamente el olor es genial. Vuelvo abajo, donde mis maletas han sido tiradas. Las recojo y vuelvo a la habitación, ya ordenaré después. 

Vuelvo a la puerta marrón oscuro, donde a la otra parte se encuentra Megan, solitaria. Llamo otra vez a la puerta, esta se entreabre un poco y un mechón de pelo negro deja verse pero, nada más. 

-Tendrás que acostumbrarte a no verme aunque, creo que ya lo estás – murmura su dulce voz. 

Después de sus palabras, la puerta vuelve a cerrarse y su mechón negro desaparece de inmediato.